La expansión del trabajo remoto y de los modelos híbridos está provocando cambios profundos en cómo organizan su actividad las empresas, y consecuentemente, en la fisonomía de las ciudades. Lo que hace pocos años se entendía como “ir a la oficina” todos los días está hoy en revisión, y los grandes distritos empresariales centrales se enfrentan a una transformación impuesta.
Una nueva geografía del trabajo
Estudios recientes muestran que muchos empleados que antes acudían diariamente a la oficina trabajan ahora uno o varios días desde casa o desde ubicaciones fuera del centro urbano tradicional. Según un informe de McKinsey & Company, el teletrabajo se ha estabilizado en niveles altos y “las ciudades han quedado permanentemente alteradas”.
Otro informe de Harvard University destaca que esta flexibilidad geográfica reduce la rotación de personal y amplía el acceso a talento cualificado, al mismo tiempo que abre nuevas posibilidades para las comunidades donde esos trabajadores deciden vivir.
Oficinas medio vacías y ciudades en transformación
El impacto se extiende también al mercado inmobiliario corporativo: según otro trabajo, muchas empresas han redimensionado sus espacios de oficina ya que aproximadamente el 48 % de los trabajadores con empleo de oficina en algunos países siguen trabajando de modo remoto entre 3 y 5 días por semana. Incluso, estudios muestran que las oficinas en ciertos entornos laborales se están utilizando a menos del 30 % de su capacidad habitual.
“Aunque la era de obligar a todos a acudir al puesto físico podría haber quedado atrás, las ciudades no volverán a ser como antes”
Esto genera efectos colaterales en las ciudades: menos gente desplazándose diariamente al centro, menos consumo de cafeterías, menos transporte público en horas punta, y mayor presión para reconvertir el espacio de oficinas en viviendas o usos mixtos.
¿Significa esto la desaparición de las ciudades de oficinas?
El titular suena radical —¿las ciudades de oficinas están desapareciendo?— pero la realidad es más matizada. No se trata tanto de una desaparición como de una transformación profunda. Las zonas de centralidad pueden perder parte de su carácter exclusivo de “trabajo de oficina 9-5”, pero pueden reconvertirse.
Algunas ciudades han comenzado a pivotar: reconvertir edificios de oficinas en viviendas, crear espacios de coworking, y fomentar que las zonas centrales se conviertan en entornos urbanos mixtos de vivienda, ocio, servicios y trabajo flexible.
¿Qué pasa en españa y qué debe considerarse?
Aunque buena parte de la investigación proviene de EE UU o mercados anglosajones, las lecciones son útiles para España. La creciente demanda de flexibilidad laboral, combinada con el elevado coste de los desplazamientos en grandes ciudades y la aparición de núcleos de coworking o teletrabajo fuera de los centros, invita a los gestores urbanos y a las empresas a replantear su estrategia.
En este contexto se plantean preguntas clave: ¿qué hacer con los espacios de oficinas infrautilizados? ¿cómo adaptar el transporte público y la movilidad? ¿qué incentivos se pueden dar para revitalizar zonas degradadas o con menor uso? ¿cómo equilibrar el teletrabajo con la construcción de comunidad y cultura empresarial?
Hacia un nuevo equilibrio laboral-urbano
El reto para empresas y ciudades será encontrar un nuevo equilibrio: por un lado, mantener espacios físicos que permitan la colaboración, el aprendizaje informal y la cohesión del equipo; por otro lado, respetar la nueva realidad del trabajo distribuido y la vida personal. El modelo híbrido parece ser la punta de lanza, más que el pleno retorno al “todo en oficina”.
La transformación urbana acompañará este cambio: ¿menos rascacielos de oficinas vacíos? ¿más edificios polivalentes? ¿centros urbanos menos monofuncionales? Muy probablemente, sí.
El teletrabajo no se limita a cambiar dónde trabajamos: está cambiando cómo vivimos, cómo nos desplazamos, cómo consumimos y cómo se configura la estructura de nuestras ciudades.




